La vida entre el mar y la montaña

Salimos de Copiapó hacia Antofagasta. Pasamos por Chañaral, un pueblo que sufrió mucho con el temporal. La ruta principal estaba en partes cortada y había tramos donde sólo funcionaba una mano. Vimos grúas, camiones enormes retorcidos, autos volcados, cadáveres de hierro amontonados en el cauce ya tranquilo del río. Quisimos comprar picnic pero la luz había vuelto el día anterior y los almacenes tenían poco y nada. Armamos una ensalada de palta y tomate que fuimos comiendo en la kombi. En Chile la palta está siempre presente en las cocinas. Qué rico, nos estamos dando gran panzada

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Francisca se deslizaba por la ruta, estábamos nuevamente atravesando el desierto. Es un paisaje sobrecogedor, la inmensidad, la nada. Abruma pero de a poco uno va entrando en esta energía especial, como lo describió un nuevo amigo, también kombiero, que encontramos más adelante. Son 570 km con largas subidas y bajadas.  A velocidad del paisaje llegamos de noche a Antofagasta.

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Querido Copiapó

(2/04/2015) Después de la salida antológica de Choros y dudar si encarar el norte castigado por los aludes o volver a La Serena para informarnos mejor y analizar qué hacer, decidimos seguir avanzando y arriesgarnos a lo que venga. En la ruta nos pasaban como tiro camionetas con banderas chilenas con frases como Fuerza Atacama! repletas de bolsas de comida y bidones de agua. Llegamos a Domeyko, un pequeño pueblo de ruta donde no había estación de servicio. Nos urgía cargar, Francisca venía con mucha sed. Nos recomendaron pasar por lo de Arturo que vendía benzina  a granel pero no aceptaba “plata extranjera”. Sin chilenos ni casa de cambio a la vista, llegamos al supermercado donde el dueño encantado con nuestra historia nos cambió de más “para que hagan algunos kilómetros extras”.

Envalentonados seguimos ruta hacia Copiapó, una ciudad minera que había recibido de lleno la furia de las quebradas. Empezamos a cruzar camionetas cubiertas de barro y contingentes de militares con tanques incluidos en distintos puntos de la ruta anunciando el desastre. Se iba la luz cuando llegamos pero la noche no pudo ocultar un escenario dantesco. Una Venecia de barro se desplegaba por donde mirases. Salpicando lodo y rezando para no empantanarnos empezamos a buscar el Convento de las Dominicas. No habíamos podido comunicarnos con ellas para avisarles que llegábamos ese día. Había sectores de la ciudad sin luz y otras, poco iluminados. Pudimos ver casas con más de un metro de barrio, personas caminando sin rumbo con mirada perdida con el barro a la rodilla, autos ahogados y plazas nevadas de nieve marrón. Circulaban soldados y carabineros en camioneta y a caballo para evitar saqueos y ordenar un poco el tránsito que sin semáforos ni reglas circulaba como hormigas. Preguntamos y nos mandaron hacia el centro. Pasamos la plaza de armas y un boulevard que debía haber sido muy lindo con casas de colores ahora mimetizadas por el barro. Paramos al lado de una grúa y los conductores que milagrosamente tenían señal de teléfono nos dieron las coordenadas para llegar. Era en la otra punta. Sigue leyendo

Tormenta en el desierto (entre delfines, olivos y nuevos amigos)

Baja - camino choros

(27/03/2015) Antes de salir de Tongoy quisimos saludar al párroco Angel Pizarro. Esa mañana recibimos mensaje que nos ofrecía alojamiento. No lo encontramos, qué lástima! Después pasamos por La Serena, una ciudad universitaria y balneario familiar con un muy lindo centro histórico, llena de iglesias de piedra, plazas y calles con faroles y macetas de flores. Encontramos un Chile muy florido.

Baja - La SerenaBaja - serena

Seguimos la ruta y nos desviamos hacia Punta Choros, una caleta que nos habían recomendado visitar en El Maitencillo. El camino de asfalto se transformó en ripio. Nos adentramos en el paisaje seco y naranja. Cada tanto un grupo de olivos verdes rompía la paleta de ocres. Pasamos por el pueblo El Choro y seguimos bajando hacia el Pacífico. Se venía la tarde. Saludamos burritos y paramos para espiar un zorro que nos miraba divertido. Sigue leyendo

Vayan a la velocidad del paisaje

(22/03/2015) Recibimos un mail de David, miembro de la red de kombis de Centro América. Nos daba la bienvenida al movimiento kombi, nos alentaba a que viajásemos «a la velocidad del paisaje» y nos ofrecia su casa en Tegucigalpa, Honduras, y la ayuda de toda la red “que está muy bien organizada”. Nos sentimos parte de este movimiento y hacemos saludo cómplice a las kombis y folkies que cruzamos por el camino.

Después de la noche en Los Andes, llegamos a Santiago. Una ciudad abierta, verde desparramada entre montañas con un nube gris presente pero que no molesta. Después de varias vueltas e intentos fallidos de conseguir un chip local de teléfono llegamos a lo de la familia Bustillo. Mili, la mayor, había sido compañera de colegio de Cala. Hace más de un año vinieron a Chile a emprender un negocio y vivir una experiencia fuera del país. Son una gran familia de 8 integrantes, alegre, relajada y muy cariñosa. Pasamos dos días increíbles con buenas charlas nocturnas al aire libre y los chicos divertidísimos con el clan gran infantil.

Los bustillo baja Sigue leyendo

Se hizo la noche (y nosotros en la kombi!)

Mendoza - llegada

Llegamos a Mendoza atravesando viñedos y olivos. Nos recibieron (muy bien!) los García – Lazo, amigos de mi hermana que decidieron venirse a vivir a esta ciudad. Cande, de Tornquist, quería volver al interior pero a una ciudad más grande y sin conocerla le dijo a Sebas: vamos a Mendoza. Y aquí estaban, con José de 2 y el próximo al caer, muy contentos, disfrutando la familia, amigos nuevos y de la intimidad especial que tiene el vivir lejos de terrenos conocidos. Revolucionamos la casa no habituada a estos temblores que provocan 4 chicos con ganas de moverse. Sebas, gran asador, preparó una bondiola con previa picada de salame mendocino y de las mejores berenjenas en escabeche que hemos probado, especialidad de su mamá.

Con Garcia - Laso

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