En breve los relatos de nuestro paso por México y llegada a USA!!
Autor: Noël Zemborain
Francisca se retoba en Centroamérica
Costó entrar a Nicaragua…largas horas y trámites caros. El cruce más complicado del viaje. Cala se indigna: ¿Porqué existen las fronteras? Impresiona la diferencia entre las fronteras de Sur y Centroamérica. En ésta reina el caos, los edificios son grises y sucios, y habitan personajes que por buena propina insisten en poder agilizar los trámites anacrónicos que se reproducen. Finalmente, y bajo gran chaparrón, logramos pasar. Las rutas nicaragüenses muy buenas, flanqueadas de verde y de árboles de flores rojas que nos dicen se llaman malinches. Enseguida aparece un mar a la derecha, es el lago Nicaragua, enorme y picado. Dormimos en el Hostal Suleyka, la dueña que estaba de viaje nos mandó un mail invitándonos. Gracias!
Temprano salimos hacia Granada, una ciudad de colores, calles de adoquines y llena de extranjeros que la eligieron para vivir. Buscando un wifi para conectarnos divisamos una kombi y apelando al sentimiento de camaradería estacionamos detrás, enfrente de una lavandería. Salió Jairo, el dueño y enseguida de gran charla. Sigue leyendo
Costa Rica: tierra de grandes encuentros
Llegar a Panamá fue un hito en el viaje. Sin dudas el punto más complicado de todo el recorrido. Mientras nosotros esperábamos en Panamá City desde las alturas de la casa de Fede y María, Catire seguía superando obstáculos. Viajó en una low cost colombiana que no quería dejarlo subir porque no tenía billete de vuelta. Por más que les mostraba los mil papeles de la kombi que iba por barco, no hubo caso. Tuvo que hacer una reserva para que lo dejen subir. Que por supuesto no pagó. Al mediodía del viernes, cuando bajamos luego de un chapuzón para aplacar el calorazo panameño en el piso 51 (¡!) donde estaba la pileta que daba vértigo apareció cansado pero triunfante. La kombi llegaba al día siguiente pero recién el lunes podía ir a buscarla.
Al mediodía, Tata y Juan Dodero compañeros de Catire de la facultad que no veía hace 20 años nos buscaron para ir a visitar el canal. Estaban los padres de Juan de visita, su hermano Quique y los tres hijos así que copamos las instalaciones de esta impresionante obra de ingeniería que une los dos océanos. La obra la comenzaron los franceses que no pudieron encontrarle la vuelta y después los americanos diseñaron el sistema de esclusas que empuja a los barcos haciéndoles subir y bajar escaleras de agua. No hace tanto que Panamá es el dueño y gestor y todavía quedan muchos vestigios de los años en que lo operó Estados Unidos. Vimos pasar enormes barcos cargueros que pagan fortunas por usar este paso de poco más de 80 km. En el museo te explican la historia y te dejan convertirte en un capitán de barco. Los chicos aprendieron mucho. Sigue leyendo
De Bogotá a Cartagena
Bogotá nos recibió bien fresca. Los colombianos dividen el país en zonas de tierra caliente y otras de tierra fría. Las estaciones no existen. En todo caso son épocas de lluvias que se alternan con otras más secas, aunque parece que el fenómeno del niño estaba trastocando un poco todo. Llegamos de noche pero bastante bien gracias a las explicaciones de Manu y las indicaciones de varios que nos fueron guiando por el camino. Como bienvenida nos esperaba un buen ajiaco bogotano, una sopa de pollo con varios tipos de papas, crema y alcaparras. Los Perrota-Mazzinni están hace casi dos años en esta ciudad. Tres varones para alegría de Dimas, pizarrones de papel en las paredes, atrapasueños de lana…una casa creativa y alegre. No nos conocíamos personalmente pero de charla en charla nos fuimos amigos con ganas de volvernos a encontrar. Visitamos con regio picnic el Jardín Botánico con jardines de rosas, olor a magnolia, bosques tropicales, palmeras altísimas, lagos y puentes. Descubrimos la monumental Catedral de la Sal en Zipaquirá, una iglesia y un vía crucis esculpido a 200 mt bajo tierra dentro de una inmensa mina de sal.
Descubriendo Colombia!
Cruzamos la frontera sin problemas. Lloviznaba y estaba fresco. Almorzamos en Ipiales y aprovechamos para visitar, junto a otros peregrinos, el Santuario de Las Lajas, una iglesia que aparece atrevida en el medio de peñascos sobre un puente que da vértigo en el cañón del río Guáitara. “El interior es todo formado por la roca misma, cortada en lajas. En una de éstas se ve dibujada al óleo la imagen de la Virgen, el agua corre por debajo; las murallas se destacan agrias y rocallosas; el bosque se tupe alrededor, y todos los contornos se presentan con silvestre majestad”, así lo describe Pérez Manosalva, presidente de Colombia de principios del siglo XX. Muy acertada. La iglesia en sí de estilo neogótico, no fue lo que más me gustó (siguiendo los patrones de mi abuela) pero el lugar es único para callar y contemplar. Sigue leyendo
Ecuador: una sorpresa ‘buenaza’
Y de pronto el paisaje cambió por completo. La aridez de la costa peruana se transformó en exuberancia, cruzamos la frontera sin problemas y Francisca estrenó la panamericana ecuatoriana. A los lados de la ruta un desfile de enormes plantas de bananas. En menos de 20 km nos pararon tres veces para controles. Los papeles, el matafuegos, el botiquín, y el último, un comando antidrogas. El policía corpulento y con cara de pocos amigos desconfió de la pinta de Francisca (y nuestra?) y pretendía desmontar el techo a ver si en el doble fondo traíamos un botín. La escena surreal. Con una navaja pretendía desarmar el techo que había costado lo suyo encastrar, Catire le iba diciendo: si lo saca, usted lo pone. Ya me veía todos detenidos. Por suerte desistió y seguimos viaje. Sigue leyendo
Últimos días en Perú
Llegar a la casa de los Echegaray fue un descanso después la caótica entrada a Lima. Mariano era hermano de Agus, amiga y mujer de gran amigo de siempre. Las “focas” sobrenombre de la pareja (Mariano y Mariana) vivían en Lima hace dos años con dos hijos varones. Gran noticia para Dimas. Hicimos asadito bajo el cielo siempre nublado de la ciudad. Esta nube casi perenne pocas veces da respiro y para los que vienen de fuera es una de las cosas a las que más cuesta acostumbrarse.
El sábado visitamos el malecón de Miraflores, una rambla larga que bordea un acantilado que cae en picada al Pacífico. Hicimos un picnic entre flores y parapentes que se tiraban al vacío y pintaban el cielo que ese día, milagrosamente, no era gris. Después, caminamos por un mall (centro comercial) al aire libre, empotrado en la montaña y nutrido de vidrieras de colores. Gran contraste con Buenos Aires, donde estos días apenas encontrás productos de fuera, las vidrieras se parecen y los precios suben y suben. Mariano nos contaba que acá el diario cuesta lo mismo desde que llegó, que los alquileres bajan y que a pesar de que el país no está en su mejor momento, en Lima sigue habiendo buenas oportunidades de trabajo. Mientras conversamos, los chicos se divertían tirando avioncitos de papel que planeaban con estilo sobre el mar. No hacía falta entrar en las tentadoras tiendas para que lo pasen bomba.
Cusco, ciudad mágica
Llegamos a Cusco de noche. Yo había estado hace 20 años pero no me acordaba que la capital del Imperio Inca era tan linda. Las calles de adoquines que suben y bajan, los faroles que iluminan las fachadas coloniales, las puertas de madera… Teníamos que llegar a Chakana House, un hostel de mochileros propiedad de María Gaona, gran amiga de Carlos Luque, fiel promotor de nuestro viaje. Nos habían dicho que la Plaza de Armas estaba vedada al tráfico pero entre tanta vuelta de repente nos hayamos bajando una empinada calle que desembocaba en la Plaza!! La gente nos hacía señas y revoleaba los brazos, no se puedeeee por ahí!!! Frenamos pero con la carga y la pendiente, no había marcha atrás posible. Lista para bajar y explicar al oficial de turno nuestra peculiar situación apareció un grupo de argentinos eufóricos y divertidos con la escena que se pusieron, cual srum de rugby, a empujar a Francisca para que podamos retomar camino sin mayores papelones.
Nueva etapa: llegamos a Perú!
En cada lugar dan ganas de quedarse más tiempo, hay tanto para conocer, tantas personas con quien conversar. Pero toca seguir avanzando. Nos subimos a la kombi y vuelve la adrenalina del viaje. A los chicos les cuesta más. Les gusta quedarse, se encariñan enseguida, y si hay perros, chicos o playa más todavía!
Enseguida llegamos a la frontera. Del lado chileno apareció el primer escollo. No encontramos unos papeles que supuestamente deberíamos tener. Odio las fronteras, barreras burocráticas y artificiales. Damos vuelta la kombi y nada (días más tarde aparecieron). El oficial comprende aunque Catire responde que es hincha de la U en lugar del Colo Colo (como correspondía parece). Y pasamos. Del lado peruano, primero nos dicen que debemos bajar todos los bolsos y pasarlos por el scanner (¿¿??). Eso implica un par de horas de desarme y rearme. Explicamos nuestra historia y nos dejan pasar. Bastante bien todo. Pegamos la bandera peruana en el baúl de Francisca y ya estamos en Perú!!
La vida entre el mar y la montaña
Salimos de Copiapó hacia Antofagasta. Pasamos por Chañaral, un pueblo que sufrió mucho con el temporal. La ruta principal estaba en partes cortada y había tramos donde sólo funcionaba una mano. Vimos grúas, camiones enormes retorcidos, autos volcados, cadáveres de hierro amontonados en el cauce ya tranquilo del río. Quisimos comprar picnic pero la luz había vuelto el día anterior y los almacenes tenían poco y nada. Armamos una ensalada de palta y tomate que fuimos comiendo en la kombi. En Chile la palta está siempre presente en las cocinas. Qué rico, nos estamos dando gran panzada
Francisca se deslizaba por la ruta, estábamos nuevamente atravesando el desierto. Es un paisaje sobrecogedor, la inmensidad, la nada. Abruma pero de a poco uno va entrando en esta energía especial, como lo describió un nuevo amigo, también kombiero, que encontramos más adelante. Son 570 km con largas subidas y bajadas. A velocidad del paisaje llegamos de noche a Antofagasta.