(2/04/2015) Después de la salida antológica de Choros y dudar si encarar el norte castigado por los aludes o volver a La Serena para informarnos mejor y analizar qué hacer, decidimos seguir avanzando y arriesgarnos a lo que venga. En la ruta nos pasaban como tiro camionetas con banderas chilenas con frases como Fuerza Atacama! repletas de bolsas de comida y bidones de agua. Llegamos a Domeyko, un pequeño pueblo de ruta donde no había estación de servicio. Nos urgía cargar, Francisca venía con mucha sed. Nos recomendaron pasar por lo de Arturo que vendía benzina a granel pero no aceptaba “plata extranjera”. Sin chilenos ni casa de cambio a la vista, llegamos al supermercado donde el dueño encantado con nuestra historia nos cambió de más “para que hagan algunos kilómetros extras”.
Envalentonados seguimos ruta hacia Copiapó, una ciudad minera que había recibido de lleno la furia de las quebradas. Empezamos a cruzar camionetas cubiertas de barro y contingentes de militares con tanques incluidos en distintos puntos de la ruta anunciando el desastre. Se iba la luz cuando llegamos pero la noche no pudo ocultar un escenario dantesco. Una Venecia de barro se desplegaba por donde mirases. Salpicando lodo y rezando para no empantanarnos empezamos a buscar el Convento de las Dominicas. No habíamos podido comunicarnos con ellas para avisarles que llegábamos ese día. Había sectores de la ciudad sin luz y otras, poco iluminados. Pudimos ver casas con más de un metro de barrio, personas caminando sin rumbo con mirada perdida con el barro a la rodilla, autos ahogados y plazas nevadas de nieve marrón. Circulaban soldados y carabineros en camioneta y a caballo para evitar saqueos y ordenar un poco el tránsito que sin semáforos ni reglas circulaba como hormigas. Preguntamos y nos mandaron hacia el centro. Pasamos la plaza de armas y un boulevard que debía haber sido muy lindo con casas de colores ahora mimetizadas por el barro. Paramos al lado de una grúa y los conductores que milagrosamente tenían señal de teléfono nos dieron las coordenadas para llegar. Era en la otra punta. Sigue leyendo