De Bogotá a Cartagena

Bogotá nos recibió bien fresca. Los colombianos dividen el país en zonas de tierra caliente y otras de tierra fría. Las estaciones no existen. En todo caso son épocas de lluvias que se alternan con otras más secas, aunque parece que el fenómeno del niño estaba trastocando un poco todo. Llegamos de noche pero bastante bien gracias a las explicaciones de Manu y las indicaciones de varios que nos fueron guiando por el camino.  Como bienvenida nos esperaba un buen ajiaco bogotano, una sopa de pollo con varios tipos de papas, crema y alcaparras. Los Perrota-Mazzinni están hace casi dos años en esta ciudad. Tres varones para alegría de Dimas, pizarrones de papel en las paredes, atrapasueños de lana…una casa creativa y alegre. No nos conocíamos personalmente pero de charla en charla nos fuimos amigos con ganas de volvernos a encontrar. Visitamos con regio picnic el Jardín Botánico con jardines  de rosas, olor a magnolia, bosques tropicales, palmeras altísimas, lagos y puentes. Descubrimos la monumental Catedral de la Sal en Zipaquirá, una iglesia y un vía crucis esculpido a 200 mt bajo tierra dentro de una inmensa mina de sal.

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Y con ganas de tener una dosis de urbanismo partimos en el metrobus bogotano hacia el centro. Caminamos por La Candelaria, disfrutamos del Museo Botero, con los gordos entrañables que sacaban risas a los chicos y tuvimos la suerte de conocer el Museo del Oro  de la mano de Juan, uno de esos guías que disfrutan lo que hacen y saben trasmitir con entusiasmo. Los chicos alucinados con los cuentos de Juan que mientras hablaba recortaba en papel las figuras expuestas en las vitrinas. A la vuelta, el metrobus estaba en plena hora pico. Nos embutimos junto con la marea que volvía a casa. En eso una manito sigilosa se coló en el bolsillo de Catire que con mucha tranquilidad le preguntó: adónde vas? La mujer colorada quiso disimular lo indisimulable y se bajó en la próxima estación. Nadie dijo nada. La resignación ante los rateros universales reinaba también en estos lares.

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El viernes temprano nos pasó a buscar Carlos Mazabel, padre de Silvia quien desde Vancouver nos iba abriendo puertas en su tierra natal. Carlos y Claudia, nos invitaron a pasar el fin de semana en su finca “El Salitre”. Fueron tres días mágicos. Enseguida congeniamos, los chicos los adoptaron y ellos a nosotros, parecía que nos conociésemos de toda la vida. La finca de colores, con puertas de madera, un jardín con conejos, árboles, pájaros, burro, huerta y mucha gracia en cada rincón. Se notaba cuánto había de ellos en los detalles. Visitamos un bosque joven, regalo de la familia y los amigos para los 70 de Carlos. Un regalo que les pega a la perfección. Son amantes de la naturaleza, ecológicos en serio y de alma. Pasamos una mañana en el taller de cerámica de Claudia. Rodeado de verde bien tupido y exuberante, Claudia armó un refugio-taller tan original como todo lo que crea. Los cuatro chicos, incluida Carmin, hicieron sus esculturas de arcilla bajo la cariñosa mirada de Claudia. Almorzamos delicias, conocimos el jugo de curuba, espectacular con leche y azúcar morena en el borde de las copas. Visitamos un garzario al borde de una laguna y pudimos ser espectadores de la vuelta a casa de cientos de garzas blancas. Y como broche de oro, hubo cabalgata por los caminos de tierra que cruzan ríos y suben sierras. Ya estábamos extrañando el olor a campo así que nos vino bien está dosis especial de familia y vida de campo colombiana.

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El domingo salimos temprano hacia Villa de Leyva. Los Mazabel se sumaron al programa con nosotros. Un lujo de acompañantes. Pasamos por el minúsculo pero grandioso puente de Boyacá, escenario de la batalla final entre criollos y españoles. El lugar está coronado por una gran estatua de Bolivar, otra de Santander, próceres de la independencia y un árbol de caucho de 231 años.

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Siguiendo camino comimos duraznos que vendían en la ruta y paramos en una fábrica de arepas increíble. Comimos las arepas más ricas de Colombia con queso y envueltos de mazorca, una especie de humita riquísima. Los chicos para variar  terminaron en la trastienda amasando arepas y buñuelos encantados.

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Llegamos a unas cabañas en las afueras de Villa de Leyva. Nosotros pensábamos acampar pero resultó que la cabaña que habían reservado los Mazabel era grande y espaciosa y nos invitaron a dormir dentro. Placer. El lugar tenía mucha gracia. Más árido que la zona de Bogotá pero con Santa Ritas de colores, palmeras y las montañas de fondo. Dejamos las cosas y partimos hacia el pueblo, uno de los más lindos de Colombia. Calles empedradas, una enorme plaza de armas, casas bajas blancas con balcones de madera verde. Almorzamos en un patio con fuente y recorrimos el lugar. Conocimos al gran héroe colombiano, Antonio Ricaurte que nació en esta ciudad. Un especie de Cabral que se inmoló prendiendo fuego un polvorín para impedir que las tropas realistas tomen el lugar. Con este acto salvó a Bolivar y a la independencia. El himno colombiano le dedica unas estrofas: Ricaurte en San Mateo en átomos volando deber antes que vida con llamas escribió.

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A la mañana siguiente nos despedimos de los Mazabel con sentidos abrazos y seguimos ruta hacia San Gil ya en camino hacia Cartagena. Otra vez subiendo y bajando. Pasamos el espectacular cañón del Chicamocha y  llegamos después del mediodía a San Gil, centro de todo tipo de actividades de aventura. Nos quedamos en el hostal de Gloria que muy generosa nos hospedó los días que estuvimos. Visitamos el húmedo Parque el Gallineral formado en una isla sobre el río Fonce con enormes árboles barbudos. Entré con los chicos mientras Catire mateaba en la kombi. A la salida estaba rodeado de gran charla con un grupo que venía de  Bucaramanga todos muy entusiasmados con nuestro periplo. Sacamos fotos y cuando estábamos saliendo, William el conductor del grupo muy conmovido con nuestro viaje se acerca toca la ventana y nos da el rosario que tenía colgado en el cuello. Muy emocionante la escena. El rosario de William ya es parte de Francisca.

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El lunes partimos hacia las cascadas de Juan Curi. Después de una linda caminata muy selvática cruzando arroyitos llegamos a la cascada. Es espectacular. A sus pies un gran pozo de agua. Nos quedamos toda la mañana metiéndonos en ese jacuzzi natural, viendo los que bajaban haciendo torrentismo con sogas por las rocas y tomando sol. De vuelta llevamos a tres veintiañeros muy simpáticos, un inglés, una holandesa y una americana que estaban viajando solos por el país.

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Esa tarde fuimos a Barichara, el pueblo más lindo que visitamos en Colombia. En medio de las sierras aparece este pueblo impecable con los muros de piedra que con el sol se tornan naranjas. Calles tranquilas de adoquines, un cementerio lleno de esculturas de piedra, una enorme catedral y un ambientito que daban ganas de quedarse. La especialidad de la zona son las hormigas culonas, parece ser muy nutritivas. Como las lluvias estaban retrasadas no encontramos esta delicia local y nos quedamos con las ganas de probar.

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De San Gil entramos en tierra caliente, muy caliente. La ruta quemaba y Francisca se transformó en un sauna. La noche anterior habíamos hecho reservas en avión por Atrapalo para cruzar de Cartagena a Panamá. Pero nos las habían cancelado. Primero porque faltaba una autorización con firma manuscrita y después por motivos que nunca entendimos. Paramos en un pueblo para comunicarnos con la empresa. Después de varios llamados nos dicen que tienen muchos problemas con las tarjetas argentinas. Finalmente, logramos nos autoricen la compra y pudimos hacer la reserva, más cara y en otra fecha.  Nunca más con Atrapalo.

Llegamos a Agua Chica cuando se iba el sol. Gina la dueña de casa había tenido que viajar por trabajo pero igualmente nos invitó a pasar la noche. Nos esperaba Greidi y más tarde pasaron amigos de la familia que nos recibieron con gran sonrisa diciendo qué bueno que les tocó un día fresco (¿?), era tarde y los termómetros superaban con creces los 30 grados.  Debe ser uno de los pueblos más calurosos de Colombia. No existe el agua caliente, la ropa de abrigo y todo se debe guardar en la heladera. Cuesta entender la ausencia de estaciones. Vivir en un verano caliente que nunca acaba.

Para el último largo tramo hacia Cartagena madrugamos.  A las 4 de la mañana ya estábamos en la ruta. Los peajes se seguían reproduciendo y nos quedamos sin efectivo. Llegamos a Barranquilla tierra de Gabo y Shakira sofocados y nos zambullimos en un centro comercial en busca de aire fresco, almuerzo y cambio para poder pagar los siguientes peajes. Después del descanso partimos y llegamos de noche a la ciudad amurallada de Cartagena.

Nos recibieron Hernando y Elizabeth. Una amiga de Silvia había trabajado con Hernando que era despachante de aduanas y él sin conocernos con gran generosidad nos invitó a su casa con vista al casco histórico y una pileta en la terraza que fue un regalo para los días de calor caribeños. Al día siguiente comenzaron los interminables trámites en el puerto para poder embarcar a Francisca. A la tarde aprovechamos para caminar por la ciudad que es un sueño de película. Las callecitas que se pierden entre las murallas, las plazas tropicales, las flores, los coches a caballo que pasean turistas. De casualidad nos encontramos con tres amigas. Jose, Delfi y Sofi que estaban de viaje justo los mismos días y pudimos compartir con jugo de lulo mediante las peripecias del viaje. Cada tanto viene bien sentir aires porteños.

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El sábado temprano Catire partió para tapiar la kombi. En el sistema “ro ro” de embarque (el más barato) los autos van sin container. Un operario los sube y baja del barco. Para evitar que algo desaparezca se recomienda aislar la cabina del conductor. En una maderera, colocaron un plancha de madera.

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Al mediodía nos subimos todos con la idea de pasar el fin de semana largo en Baru, una isla caribeña muy cerca de la ciudad. Con la kombi tapiada el calor en la parte de atrás subió varios grados. Llegamos al supermercado a punto de desfallecer y una vez más agradecimos el aire frío bien alejado a nuestra filosofía kombi. Con buen pic nic partimos a Barú. Fiel a nuestro estilo preguntón y a falta de GPS dimos varias vueltas de más. Yo iba atrás abombada por el calor cuando miro por la venta y me encuentro en medio de una favela colombiana. En algún momento erramos la ruta. Entre reggeatons, baches y gritos pasamos sin problemas y recuperamos el camino.

La llegada a Baru fue una desilusión. Los autos se dejan en un estacionamiento público salpicado de basura, uno de los grandes males del continente. Era sábado de fin de semana largo y hordas de Cartagena estaban llegando. Los hostales se alinean en Playa Blanca, una playa larga de arena blanca y mar transparente.  Nos indican que para llegar al hostal que queríamos debíamos atravesar el bosque…empezamos a caminar por un sendero que debería ser muy lindo si no estuviese regado de desperdicios a diestra y siniestra. En eso, vemos atrás que viene un policía o eso creímos. Le digo a Catire que le pregunte. Cuando se acerca con uniforme militar y auriculares vemos que tiene un cuchillo onda rambo desenfundado en su mano derecha. Se me hundió el estómago. Con el  cuchillo en mano nos dijo con cara de nada, creo que es por allá. Manteniendo la compostura le digo a los chicos, que nunca se enteraron de nada, rápido enfilen para la playa, estábamos cerca. Catire venía con Carmín atrás. Enseguida llegamos a Playa Blanca y agradecí ver las hordas de gente. Nunca entendimos qué fue ese episodio…

Caminamos hacia una de las puntas y empezamos a vislumbrar la playa paradisíaca que tanto nos habían recomendado. Llegamos al hostal, una cabaña sobre pilotes sin puerta con vista al mar. Lujo. Todos al agua aunque ya atardecía. De pronto nos encontramos con el grupete de mochileros que habíamos estado en Cuzco y Máncora. Geniales estos encuentros de ruta. El alojamiento incluía unos pocos litros de agua dulce que había que racionar para que alcance para sacar la arena. Gran aprendizaje para los chicos. Nunca dar por sentada el agua.

Nos despertamos con las luces de la mañana. Enseguida al agua con snorkel y kayak. Calor intenso. Estuvieron todo el día en el agua tibia del Caribe. Nos agarró hambre y Catire empezó a preparar el almuerzo. Por curiosidad preguntamos la hora: 9.30 ¡! Estábamos despiertos desde las 5 se ve y ya sentíamos que había pasado la mañana cuando recién empezaba. Al día siguiente, otra vez agua y más agua. No hacía falta salir. Después del mediodía emprendimos el regreso a Cartagena.

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Los dos días siguientes continuaron a puro trámite y paseos por la ciudad y el castillo de San Felipe. Conocimos al gran Blas de Lezo, un prócer cartagenero que tuerto, manco y rengo salvó a la ciudad del ataque multitudinario del pirata Vernon. Admiramos también a San Pedro Claver, santo catalán que dedicó su vida a defender a los esclavos. Brindamos en su honor en la plaza de la Iglesia que para nuestra sorpresa tenía una réplica de la virgen morena, la de Monserrat, patrona de Cataluña, nuestra casa por tantos años.

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El miércoles era la fecha de embarque pero el barco no consiguió amarre así que quedó retrasado para el día siguiente. El jueves pasó la inspección de antinarcóticos y Francisca quedó oficialmente estacionada en el puerto lista para el embarque. Sentíamos que habíamos dejado una hija. Catire sacó pasaje para el jueves a la noche, el más barato que consiguió. Los chicos y yo partíamos a las 4 de la tarde, o eso creíamos…Camino de vuelta del puerto, Catire se mete en un cyber para imprimir las tarjetas de embarque. Mientras yo organizaba las mochilas, ponía agua para unos fideos, Mia se daba un ducha cuando miro el teléfono y veo un chat que dice: el avión sale en una hora, bajaaaaa! Empecé a sudar, Cala la sacó a Mia de la ducha que iba gritando me falta la crema de enjuague, clave para su abarrotada melena. Dimas agarraba mochilas y yo paralizada no sabía por dónde empezar…No nos puede estar pasando esto, pensaba. Como pudimos bajamos y nos subimos a un taxi. Llega en 10 minutos? No, dice el chofer. Entré en una espiral negativa. No llegamos, perdemos el vuelo…Ya me veía teniendo que comprar otro pasaje. El taxi avanzaba lento pero con seguridad, no había mucho tráfico pero el minutero corría. Llegamos y nos bajamos en cascada. Como locos corriendo hacia la puerta de embarque. Nos pedían las tarjetas. Nuestro vuelo tenía tres escalas: Cartagena – Medellin – Bogotá – Panamá. Por lo tanto yo tenía 3 tarjetas por persona o sea 15 impresiones. Ahí colapsé. Ya no veía…las neuronas me abandonaron. Por suerte entre Catire y Cala pudieron extraer las correctas mientras Dimas tiraba todas las mochilas en el scanner. Con mi ataque de nervios y Cala diciéndome que me iba a comprar un café llegamos a la puerta de embarque. Todavía no había empezado!!! Las azafatas se apiadaron de nosotros (o de mi a las lágrimas con los 4 chicos más lúcidos que yo) y nos ofrecieron embarcarnos en el vuelo que salía en la puerta contigua a Bogotá. Nos ahorramos una escala. Cala le avisó a Catire que ya estaba todo solucionado y embarcamos. Me senté y respiré.

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Capítulo aparte la vuelta de Catire que en el frenesí de la carrera me encajó todos los pesos colombianos y se quedó sin nada. Tuvo que volver caminando desde el aeropuerto bajo el sol partiente a la vera de la autopista hasta la casa de Hernando para organizar el lío que habíamos dejado y volver al aeropuerto más tarde.

En Bogotá tuvimos que esperar hasta las 10 de la noche nuestro vuelo. Tuvimos la suerte de sentarnos al lado de un matrimonio de Medellín, el inglés, ella colombiana ambos periodistas con una hija de 9 que enseguida se puso a jugar con los chicos. Lo pasaron bomba haciendo origami, jugando a las payanas, a la escondida y mancha. Ni se enteraron. Cala en plena época de exámenes avanzó con varios. Yo de gran conversación con Ana Cristina. Ojalá nos volvamos a encontrar, nos quedaron muchos temas pendientes.

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Nuestro vuelo salió puntual y en poco más de una hora estábamos en Panamá! Tata Dolega, amiga de Catire que no veía hace 20 años nos buscó por aeropuerto. Una santa. Nos dejó en lo de Fede Goñi, íntimo de mi hermano que ofreció su casa porque Tata tenía visita de los suegros. Desde el piso 24 admiramos la bahía de Panamá con un dejo de tristeza. Faltaba que lleguen Catire  y Francisca para que el equipo esté completo y así poder iniciar la etapa Centroamérica del viaje.

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23 comentarios en “De Bogotá a Cartagena

  1. Gabriela María McDermott (Tata) les manda un abrazo fuerte a Dimas, Cala, Carmin y Mía… nos quedan debiendo una visita en Medellín, esta es su casa!!!!! Cariños, Ana Cristina

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  2. http://www.elcolombiano.com/una-locura-una-leccion-1-XN2186624
    Una locura, una lección
    POR ANA CRISTINA RESTREPO J.
    ELCOLOMBIANO.COM.CO | PUBLICADO EL 24 DE JUNIO DE 2015
    Cuando Nöel y Alfredo se enamoraron, soñaron con formar una familia y viajar juntos por el mundo. Tuvieron una niña, después un varón. Luego otra hija. Y una más. Como si la vida hubiera decidido el orden de acción: destinarle unas dos décadas al primer proyecto y, una vez realizado, comenzar con el siguiente.
    Sin embargo, esta pareja no sigue caminos convencionales…
    Sobre el piso de la sala de espera internacional del aeropuerto El Dorado, cuatro niños tendidos forman figuras de origami y dibujan paisajes. La mayor está absorta en la pantalla de su computador.
    Cada uno en lo suyo. Tranquilos. No le estorban a nadie, no gritan, no le piden chucherías a la mamá. A su lado se sienta otra niña, con un catapiz (“payanas” dirían los porteños); de inmediato, se acercan para jugar. Descubren juntos el “nuevo” juguete.
    Nöel Zemborain y Alfredo “Catire” Walker, son dos profesionales –argentina y venezolano– que decidieron recorrer el continente por carretera, con sus cuatro hijos: Cala, de doce; Dimas, de nueve; Mía, de cinco, y Carmin, de tres. El periplo de ocho meses culminará en septiembre, en el encuentro de familias con el papa Francisco, en Filadelfia.
    Las dos hijas menores están desescolarizadas; delinean y pintan en libros diseñados para estimular su motricidad fina. Cala estudia a distancia en un programa avalado por el gobierno argentino, con exámenes periódicos. Con el colegio del niño se llegó a un acuerdo: las profesoras les mandan material didáctico a los padres para que implementen una forma de “Home schooling” o tutoría en casa.
    Pero, ¿cuál casa?
    Los Walker consiguieron a “Panchita”, una camioneta Volkswagen brasilera modelo 1980. En la treintañera acorazada –varada un par de veces– han recorrido la inmensidad de La Pampa, los caminos arrasados por la furia de las “lluvias esporádicas” en el desierto de Atacama y los recovecos de la caprichosa geografía colombiana. Cada vez que atraviesan una nueva frontera, pegan la bandera del país “descubierto” en la parte trasera del carro: Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Colombia. La kombi ya debe de haber arribado a Panamá por vía marítima. La sexta bandera.
    El blog americaenfamilia.com relata las peripecias de estos viajeros que nunca pasan la noche en hoteles, se hospedan donde el amigo o el “conocido recomendado por el amigo”. Nunca dudan de la hospitalidad que recibirán como peregrinos.
    Solo una vez han tenido que dormir en “Panchita”.
    Más sorprendente que el espíritu aventurero de esta familia es el rescate de un verbo casi arcaico: confiar.
    Con frecuencia la vida se muestra como un adiestramiento para la decepción y el pesimismo. Convierte la suspicacia en ley. Con estupor observamos la solidaridad convertida en exhibicionismo, avivatos que aguardan las tragedias para hacer su aparición pública.
    Confiar en el mundo. Depositar la tranquilidad propia y la de los seres amados en manos de desconocidos, de quienes solo se tiene una certeza: son seres humanos. Como uno.
    Más que una locura, una lección.

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  3. Wow, Familia, cuanta aventura, cuanta adrenalina, cada relato me hace sentir todas sus emociones hasta saboree el jugo de curuba…mmmm, comi arepas con Uds., me emociona saber que queda poco para la gran meta….
    Chicos les pido oraciones por Alonso, es un niño «especial» y esta la UCI aca en Chile, un chico de 6 años en cuerpo de un bebe, por mi, presento mi examen de grado este martes 7/7, que se haga la volunta de Dios.
    Y vamos, vamos que lograran la meta anhelada, la gran fiesta de la Familia…..
    Bendiciones, besos y abrazos a todos!!!!!, cuidense

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  4. Acá con Ingui transpiramos x ustedes de los nervios que nos dio el relato! Genial! Mas cosas no pudieron pasar el día del viaje!
    Que bueno que ya estén todos juntos! Incluida Francisca! Esperamos sigan disfrutando mucho de este espectacular viaje en familia!!!!!
    Ingui y Luly!

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  5. Qué grandes!!!! Soy Mercedes casada c Carlos Luque. Yo tb sigo paso a paso esta genial aventura y los felicito por la audacia!! Cariños y buen viaje: Mercedes

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  6. Que bueno todo!!! Que nervios pase yo también leyendo este final! Casi colapso! Me imagino vos Noel! Impresionante la reacción de los chicos!! Besos. A todos! Mortales las fotos!

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  7. Que lindo relato Noél!!!
    Esto de seguir la historia casi en vivo se esta tornando en un vicio! Es como un libro en dimensión paralela….
    Abrazo a cada uno!

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